domingo, 15 de mayo de 2011

Infancia y enfermedad: "Intervención con las Aulas Hospitalarias"

Durante esta clase, se dio a conocer el trabajo realizado por Rafael Parodi, Mª Ángeles Pacheco, Esperanza Romero y María Dolores Ramos, centrado en la intervención con niños hospitalizados, a través de las llamadas “Aulas Hospitalarias”.

Dando comienzo a su exposición, los compañeros nos presentaron un breve glosario con algunos de los términos más significativos para el trabajo, entre los cuales se encontraban el de salud y enfermedad. Respecto a dichos términos, no volveré a elaborar una definición como tal, puesto que ya lo hice en la entrada correspondiente a “Salud mental”, aunque sí que remarcaré algunos aspectos que creo necesarios tener en cuenta a la hora de abordar una intervención con cualquier persona hospitalizada.

Así pues, me gustaría hacer hincapié en que la salud, como estado biopsicosocial de la persona, está afectada por muchos más factores que el biológico, que junto con éste último también deberían tratarse en los hospitales, evitando en casos de larga estancia por ejemplo, la desvinculación de la persona de su entorno social o el retraso en su progreso educativo, como ocurre a menudo en el caso de los niños.

Partiendo de esta concepción multidimensional de la salud y la enfermedad, analizaré ahora el concepto de infancia ayudándome de las ideas expuestas por la organización “UNICEF”, que entiende la infancia no sólo como el tiempo que transcurre entre el nacimiento y la edad adulta, sino también como el estado y la condición de vida en que se desarrolla ese niño. Es decir, la infancia ha de ser vista como un período vital en el que el niño, portador de unos derechos y necesidades específicas, como veremos a continuación, ha de tener una mínima calidad de vida.



Respecto a las necesidades específicas que poseen los niños como tal, nuestros compañeros se remitieron a las estipuladas por Doyal y Gough. Sin embargo, yo expondré de manera resumida las propuestas por Félix López Sánchez en su libro “Necesidades de la infancia y protección infantil: fundamentación teórica, clasificación y criterios educativos”, en forma de tabla.


Respecto los derechos de la infancia, en vez de hacer referencia a los de carácter general, expuestos en la “Declaración de Derechos Humanos” o la “Convención sobre los Derechos del Niño”, añadiré a continuación los derechos específicos que los niños hospitaliza dos tienen, según la “Carta Europea”.
  • Estar acompañados en todo momento de padres y/o tutores
  • Recibir información de su tratamiento, de forma adaptada a su edad.
  • El que los padres puedan expresar su conformidad o no con el tratamiento.
  • Tener el seguimiento de los profesionales. (En este caso, creo preciso añadir que además del personal sanitario, también deben ser contemplados los profesionales de lo social que como el trabajador social pueden evaluar el impacto de la enfermedad sobre la relación del niño con su medio o incluso en el propio entorno familiar y social de éste).
  • Evitar la hospitalización entre adultos.
  • Proseguir con la formación escolar durante su hospitalización.
  • Disponer de locales equipados de libros y juegos. (En éste y el apartado anterior, es en los que la figura del educador social debería ser contemplada como ayuda al logro de los mismos, sin embargo, pronto veremos que esto no se da).

Continuando con el marco normativo que avala la intervención con los niños hospitalizados, encontramos también el “Plan Integral de Atención a la Infancia de Andalucía, (2003-2007)”, o incluso la “Ley 9/1999, de 18 de noviembre, de Solidaridad en la Educación” y el “Decreto 167/2003, de 17 de junio”, ya que regulan la atención educativa a los alumnos y alumnas con necesidades educativas especiales que se asocian a su ingreso en los centros sanitarios de Andalucía.

En función de las bases legislativas expuestas, vemos que las aulas hospitalarias pueden definirse como “unidades educativas de apoyo con características especiales, que funcionan preferentemente en un hospital dentro del mismo recinto o en sus dependencias, cuyo objetivo es proporcionar atención educativa y garantizar la continuidad del proceso educativo de los escolares de educación prebásica, básica, especial y media, hospitalizados”.

Algunas de las características básicas de éste recurso, es que desde él se atienden a niños de entre 3 y 16 años, aunque este límite pueda ampliarse si es preciso, así como que debe conformarse como un espacio abierto y flexible. No se trata de obligar a nadie a que asista, sino a que lo haga cuando y como quiera. Además de esto, se supone que las actividades que se desarrollan en esta aula, se ajustan a la edad del niño y a los contenidos que se están impartiendo en su centro escolar, algo ante lo que los compañeros nos especificaron sus dudas, debido a que la coordinación entre el hospital y las instituciones escolares es mínima.

En relación a esta última dificultad que sufren las aulas hospitalarias, creo que la figura del educador social podría tener un importante papel en su resolución, ya que el contacto entre los educadores situados en el centro educativo y el hospital rápidamente podrían establecer una conexión a través de la cual dar/recibir la información sobre un niño en concreto y desarrollar un plan de acción ajustado a las circunstancias del mismo, que no tendría por qué limitarse al plano de la educación reglada. Este es sin duda, otro motivo por el que defender la presencia de educadores sociales en los hospitales, algo en lo que también nos centraremos posteriormente.

Continuando con la función educativa que desempeñan las aulas hospitalarias, existe otro mecanismo complementario que también la pone en marcha, las ciberaulas, que en este caso han sido implantadas desde la iniciativa privada, (para que veamos que el mercado no tiene por qué ser siempre un actor social negativo). Son espacios donde los niños y niñas hospitalizados pueden acudir varias horas al día, seguir su programa de estudios y relacionarse con otras personas, al mismo tiempo, que hacen uso de tecnologías de la comunicación que le permitirán mantener una ventana abierta al mundo.


Como nexo de unión a las iniciativas expuestas, encontramos la llamada “Pedagogía Hospitalaria”, en la que habría de basarse la actuación de los profesionales que forman parte de las mismas, (aunque como exponen los compañeros esto en ocasiones no se da, debido a la rigidez formativa de la mayoría de ellos, y en especial los maestros). El objeto de estudio de esta disciplina, es la persona hospitalizada, a la que se pretende ayudar a continuar su aprendizaje formativo, cultural y social, haciendo de ella alguien capaz de hacer frente a la enfermedad y reinsertarse de forma efectiva a la sociedad, una vez la supere.

Para alcanzar tales metas, además de abogar por la prevención, en mi opinión debería seguirse una línea de intervención educativa, informativa y lúdica, en la que el educador debería ser el máximo exponente, ya que ésta incluye dentro de sí funciones propias del mismo, que no deberían ser asumidas por ningún otro profesional o personal de apoyo.


En último lugar, me gustaría referirme a mi experiencia personal como voluntaria en la “Asociación de Padres de Niños con Cáncer de Andalucía, (ANDEX)”, a la que acudo una vez a la semana para pasar la tarde con los niños hospitalizados por cáncer, relacionando la labor que se cumple allí con la que podría desarrollar un educador.

Así pues, lo primero que destaco es que en mi caso, se trata de animar y dinamizar a los niños hospitalizados, tratando de ser comprensibles con su situación y las peticiones que realizan.

De este modo, utilizando los recursos presentes en el salón de juegos de la unidad oncológica y nuestras propias artes, vamos desarrollando las actividades y tareas que anteriormente han sido programadas. Cabe destacar, que aunque se trata de hacer innovadoras e interesantes estas actividades, para amenizar lo mejor posible el tiempo de los niños, esto a veces resulta difícil debido a la falta de recursos y a las propias limitaciones del colectivo, que requiere de unas medidas de higiene extremas.

También es importante, el que algunas veces demos apoyo a los padres y familiares que allí se encuentran con los niños, paliando el cansancio que sufren bien por la estancia allí o su preocupación. La mayoría de los padres nos ofrecen su colaboración y participan, algo muy positivo para animar a los niños cuando se encuentran apáticos.

Junto a lo anterior, es preciso destacar la importancia que tienen habilidades sociales como la empatía o la asertividad en el trato con las personas, especialmente si se encuentran como éstas ante situaciones de estrés importantes.

Relacionadas con lo descrito, están las competencias y funciones que el educador social podría cumplir para con este colectivo si fuese reconocido, ya que éstas son similares.

Además este profesional podría aportar aún más cosas al objetivo de lograr la dinamización al colectivo, puesto que pondría en práctica su capacidad para recolectar y gestionar los recursos, logrando actividades más innovadoras.

Además, tal y como nos propusieron los compañeros, el educador social podría desarrollar otras labores de importancia que actualmente no se cumplen, prácticamente. Por ello, creo que este es un buen espacio para reclamar la aceptación de esta figura profesional en el entorno hospitalario y su reconocimiento.


Con esta última reflexión, me despido.

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