viernes, 27 de mayo de 2011

"Atención a la problemática de drogodependencia, en relación con el entorno carcelario".

Continuando con la temática de la ponencia anterior, las compañeras Mar Roldán, Esther Verdugo, Inma Soltero y Ana Pichardo, organizaron una mesa redonda que desarrollada como si de un programa radiofónico se tratara, tenía por título, "Drogadicción en centros penitenciarios". En ella, participaron la psicóloga, el educador social y varios miembros de un Centro Terapéutico de Atención a las Drogodependencias y Adicciones, para contarnos sus experiencias en relación a la situación de este colectivo en las cárceles.

Para comenzar, es preciso aclara que dicho centro, está regido actualmente por la Agencia de Servicios Sociales y Dependencia de Andalucía, ya que con la promulgación de la Ley 39/2006, de 14 de diciembre, de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a las Personas en Situación de Dependencia, éste se considera un colectivo aquejado de dependencia que debe ser atendido por ello, bajo el derecho que proclama esta ley. Aunque esto pueda parecer positivo, como vimos en el seminario desarrollado por la trabajadora social de “ANCLAJE”, porque las personas tienen asegurado un derecho de atención irrevocable, es importante considerar como educadores que también tiene consecuencias negativas, asociadas con la sobrecarga del Sistema para la Autonomía y Atención a las Dependencias, ya que deberíamos trabajar con ello para evitar el empeoramiento de las intervenciones realizadas.

Situado ya el centro dentro de la red de servicios de protección pública, las compañeras comenzaron su exposición haciendo referencia al doble estigma que sufren las personas reclusas que también son drogodependientes, ya que a los prejuicios existentes contra las primeras, se unen los existentes contra las segundas. Además de a los propios prejuicios, se expuso que las drogas empeoran la situación de las personas encarceladas y la propia dinámica de estas instituciones, por lo que alcanzar objetivos como el de la reinserción requiere de un mayor trabajo aún.

En relación a la anterior idea, se enumeraron las características principales que definen el perfil de las personas drogodependientes en la cárcel, así como algunas de las consecuencias que el consumo tiene sobre ellos y su entorno social.

De esta forma, comprobamos que la mayoría eran hombre de entre treinta y cuarenta años, con poca formación y situados en un nivel socioeconómico medio-bajo, que han vivido normalmente en climas familiares negativos y han visto sus expectativas vitales poco cumplidas. Como consecuencias psicosociales más importantes encontramos por otra parte, la pérdida de arraigo social y habilidades sociales, que le permitan desarrollar luego una reinserción efectiva, e incluso la práctica del suicidio por aquellas personas incapaces de superar esa desadaptación.

Respecto al apartado anterior, la psicóloga del Centro Terapéutico nos advirtió que uno de los principales problemas que debían trabajarse con los presos drogodependientes, era su falta de consciencia sobre las consecuencias de la ingesta de estas sustancias, ante lo que resultaba primordial la función de los Módulos Terapéuticos dentro de dichos centros. Cuando este primer problema no se soluciona, resulta difícil que los drogodependientes estén dispuestos a abandonar el consumo en la cárcel y acaban recurriendo a personas con influencia dentro de dicha institución para obtener la droga, o incluso a sus propios familiares, con lo que empeoran aún más su situación. Junto a su situación social y jurídica, debemos considerar que el estado de salud del drogodependiente también empeora, bien por el consumo o por el padecimiento del "síndrome de abstinencia" debido a la falta de éste.


Tras delimitar las problemáticas asociadas a la drogodependencia en el entorno carcelario, la psicóloga del centro comenzó a exponer, en base a la relación de trabajo que mantienen con el centro penitenciario “La Ribera”, las condiciones de los servicios ofrecidos.

En primer lugar, comentó que éste es un centro de internamiento y tratamiento de la Junta de Andalucía que, abierto a todos los públicos, también acoge a un pequeño número de presos drogodependientes a los que se le permite acabar su condena allí. El motivo que lleva a los presos a acudir a él, puede ser el de superar su drogodependencia o bien evitar seguir en la cárcel, lo que supone algo negativo según nos comentaba, porque éste último tipo de personas no suele aceptar la dinámica de trabajo que allí existe y puede perjudicar al resto de personas del grupo.

Respecto a los programas que hacen allí, vimos que éstos se organizan en función de cuatro áreas, donde se destaca una doble vertiente de interv
ención, médica por una parte y social por otra, para trabajar tanto la desintoxicación física del drogodependiente, como la mejorar de sus competencias, habilidades y recursos para adaptarse de nuevo a la sociedad. Dentro de la vertiente social, es donde el trabajador y el educador social desarrollan funciones como la de tratamiento individualizado u orientación personal, para ayudar a estas personas a darle sentido a su vida más allá del consumo. Para lograr esto, se establecen normas y criterios de comportamiento básicos que todos deben respetar bajo riesgo de ser sometidos a una “intervención educativa”, dirigida en que sepan comprender las consecuencias de su comportamiento.

En relación a la intervención socioeducativa con este colectivo, los profesionales del centro evaluaron que en poco variaba de la intervención normal con drogodependientes, por lo que no debe existir miedo alguno. Además, si en algún caso se detecta el desarrollo de un comportamiento propio del entorno carcelario, se trabaja para que la persona comprenda que es perjudicial, lo elimine y adquiera un nuevo comportamiento más adecuado, un trabajo que puede llamarse de socialización terciaria.
Bajo mi punto de vista, otro aspecto crucial para el trabajo con este colectivo, es la capacidad de dar respuestas dinámicas y originales a las diferentes situaciones que se crean, con el fin de lograr siempre la motivación al cambio de estas personas. También es crucial que el educador social diseñe un modelo de intervención participativa, en el que sean los sujetos los que decidan qué trabajar.


De forma general, el Centro Terapéutico es para muchos de los presos drogodependientes, un ensayo de lo que sucederá cuando traten de reinsertarse de nuevo en la sociedad, una prueba en la que deben aprender a desarrollar sus propias soluciones para enfrentarse al mundo. Así, es como lo entendían tres de los miembros del centro, que habían sido drogodependientes y que, en dos de los casos, también habían sido presos.


Debido al valor de los testimonios ofrecidos en esta exposición, me gustaría destacar algunas de las conclusiones que he sacado de ellos y que pienso debemos tener como referencia en nuestra labor con este colectivo, debido a que nos ayuda a entender su realidad.

  • Las prisiones han evolucionado favorablemente durante los últimos años, pero aún queda camino por recorrer, ya que es necesario destinarles más recursos y disminuir problemáticas como la masificación.
  • La creación de los Módulos Terapéuticos en la cárcel ha sido todo un acierto. El paso por ellos debería ser obligatorio para todos aquellos que deseen acudir después a un Centro Terapéutico, y más que aconsejable para el colectivo de drogodependientes en general.
  • Las administraciones deberían destinar mayores recursos a la población reclusa, no sólo dentro, sino también fuera de la cárcel. La fundación FADAIS, dedicada a los drogodependientes, es un buen modelo de ello, ya que con su trabajo permite la reinserción de muchas personas que fueron reclusas a causa de su drogodependencia.
  • Los recursos a disposición de estos colectivos, deberían tener una mayor difusión, puesto que muchas personas desconocen su existencia y acuden a centros privados.
  • La reinserción es un objetivo difícil en el que todos debemos colaborar, sobre todo la Administración Pública, facilitando el cambio progresivo de las cárceles desde su base gracias a profesionales de lo social como el educador, que debería implantar por ejemplo, una intervención basada en la participación.

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